Carlos Flórez dedicó su extraviada existencia a la pintura y a pesar de su ya lejano trágico fallecimiento su recuerdo me resulta ineludible pues durante años he conservado un singular cuadro que alguna vez me obsequió o negoció a cambio de una cerveza en los alrededores de la Universidad del Atlántico. Mi amigo Lewis Morales también cuelga otro que no quise o no pude llevarme a casa y que cada día da más pena y tristeza pedírselo. Dos "Flórez" muy distintos y de los cuales algún día me referiré.
Sí, algún día escribiré de éstos y de Carlos Flórez en las justas proporciones del recuerdo de este pintor callejero a quien muchos temían por su constante ebriedad y sus actitudes de loco.
En esta ocasión transcribo un breve poema suyo que en un arranque de no-se-qué escribió intempestivamente en una hoja de papel que me arrebató de las manos, poema que en esta noche de domingo ha saltado de entre un montón de manuscritos viejos que se me dio por revisar. El hallazgo puede resultar insignificante para ustedes; para mí es la vida de un ser humano que pasó, con sus buenas y sus malas, entre nosotros y que paulatina –y casi voluntariamente- cumplió su cita con la muerte.
Discúlpenme el sentimiento (y el poema del pintor)
Sé que nací del recuerdo
perdido
como yo
Sé, que escritores
pintores
etcras (¿etc.?)
Sé, que ser honesto
es mentir
Sé que sabrán
entender
lo no comprendido
Sé que amo
mi calle mi falta de todo
menos de Dios.
A ustedes, Flórez
La tecnología informática hoy nos abruma y por mucho que los más antiguos la hayamos eludido, finalmente nos rendimos a sus posibilidades. La necesidad de compartir estas opiniones -periodísticas, literarias o académicas- nos lleva a valernos de este espacio, lo mismo que constituirlo en cierta biblioteca a la cual puedo ir "subiendo" estas notas, fruto más del desorden afectivo que del orden mental, y cuya opción de escribirlas en impreso ya es remota pues lo mío es un teclado, una pantalla...
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